Vocación, una llamada de Dios

Llamada, Consuelo Donet

Vocación, una llamada de Dios

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Una invitación

Nuestra hermana Consuelo Donet fue invitada por la Comunidad Cristiana San Ramón a participar en una serie de catequesis virtuales organizadas en tiempo de Coronavirus. A nuestra hermana se le encomendó la presentación del tema “La vocación, una llamada de Dios”.

Desde Managua (Nicaragua) respondió al reto conectándose el jueves 30 de abril a las 7 pm. Compartimos algunas de las ideas que expuso sobre este tema que compromete toda nuestra vida. La hermana Consuelo se dirigió, de forma muy personal, a los jóvenes que hoy en día luchan por discernir la llamada que Dios les está haciendo en este momento y a la que, a veces, cuesta tanto responder con generosidad. Invitó a no tener miedo, a fiarse de ÉL, a ser generosos en la respuesta a un amor tan personal y tan inmenso.

Palabras de nuestra hermana Consuelo

Vocación: una llamada

«El término vocación viene del latín vocare = llamada. Alguien llama: Dios; y alguien responde: yo. Esa llamada es una invitación a descubrir el propósito de mi vida. ¿Para qué estoy aquí?
¿Cuál es mi fin? En mi caso, ha sido la vida consagrada que como su nombre indica no es un tiempo de mi día, unos meses, unos años, es TODA LA VIDA.
Puede sonar a imposición, pero no es así, es ser aquello a lo que estoy llamada a ser, y la única forma de poder vivir en plenitud.

¿A qué soy llamada? Soy llamada a seguir a Jesús, mirándole como mi único referente de vida. A ser una en él siendo santa. Una llamada a fundirme en un amor eterno aquí en la tierra y que salpique a otros. Para que, viéndome, los hombres crean en el Padre y descubran su razón de ser y, sobre todo, que son hijos muy amados del Padre. En la vida consagrada nos unimos a Jesús mediante los tres votos que responden a los consejos evangélicos, el estilo de vida de Jesús en la tierra: pobreza, castidad y obediencia.

La vida consagrada

Los consagrados formamos parte de una familia religiosa. ¿Cómo surgen las distintas congregaciones? Pues del Espíritu Santo. Sí, las congregaciones son inventos del Espíritu Santo.
Esto las convierte en don para el mundo. Los fundadores sienten la llamada a atender una necesidad en la sociedad y de ahí esa llamada personal se transforma en don para todos.

Los religiosos, por lo general, vivimos en comunidad. La comunidad es la cantera donde podemos concretar nuestro amor a Jesús amando a los que nos rodean. ¿Cómo puedo decir que amo a Dios a quien no veo, si no amo al hermano que está a mi lado?

En la vida consagrada podemos diferenciar dos estilos muy peculiares: los monásticos (que viven en el  monasterio, por lo general les llamamos de clausura) y los que no somos monásticos, tenemos un apostolado más directo con las personas. En ambos casos, imitamos aspectos de la vida de Jesús y de este modo llevamos el amor de Dios a los demás.

La mujer consagrada

La consagrada es una mujer que está locamente enamorada de Jesús, dispuesta a vivir y morir como él porque vivir en entrega y morir por amor es vivir en plenitud. Ella es como un canal que une la orilla de Dios con la del hombre y deja pasar por él el amor de Dios. La consagrada es una mujer que se sabe pecadora, débil, nada… pero una nada amada por Dios. Esto le hace sonreír cada mañana, ir contra corriente y saber, en lo más hondo del corazón, que hace lo correcto. La consagrada es una mujer que se deja sorprender por la elección de Dios. No se considera digna, pero… Dios tiene sus criterios de selección, que no son los nuestros. La consagrada es una mujer enamorada hasta rayar en el deseo de hacerse una foto con una imagen de Jesús anhelando en su corazón podérsela hacer un día en el cielo.»

Con San Juan Pablo II os repetimos ¡Jóvenes, no tengáis miedo!

 


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