BELLEZA AFRICANA

Belleza africana

BELLEZA AFRICANA

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Mirando al pasado

Cuando daba clases en España mientras estudiaba, había dos hermanas en el Colegio que eran mulatas. Sus rasgos eran africanos, aunque el color de la piel lo tenían bastante claro. Lo que más llamaba la atención eran sus cabellos rizados. En mi interior yo pensaba que aquello formaba parte de la belleza africana.
La más pequeña estaba en el primer curso de primaria. Uno de los temas de la clase de religión es el de la aceptación de sí mismo, porque somos hijos de Dios. Dios nos ama tal como somos porque Él nos ha creado así. Los alumnos realizaban entonces un autorretrato.
Quedé muy sorprendida cuando vi su dibujo, era una niña blanca, de ojos azules y cabello largo y rubio. Creí que la niña no me había entendido, que estaba retratando a alguna de sus compañeras.
Le expliqué de nuevo lo que había que hacer. Ella me miró y me dijo: «Soy yo».
Intenté hacerle ver que aquel dibujo no se correspondía con su imagen en un espejo. Le hablé de lo hermoso de sus rasgos, le hablé de la belleza africana. Pero fue inútil. La pobre niña se puso a llorar y la dejé tranquila. Ya llegaría otra ocasión más favorable.

 

Trenzas africanas

Con los años, al venir de vacaciones, me encontré de nuevo en el mismo Colegio y las dos hermanas seguían allí. Eran ya unas adolescentes. Como es costumbre entre las hermanas que venimos de las misiones, di algunas charlas a los alumnos. Les mostré fotos preciosas de África, sus gentes y sus paisajes.
Pensando en estas dos niñas, había hecho varias fotografías a jóvenes africanas mostrando sus típicos peinados de trenzas. Eran muy hermosos. Todas las alumnas expresaban su admiración y sus ganas de poder lucir sus cabezas adornadas con esta belleza africana.
Les expliqué que estos peinados llevan mucho trabajo. Que el cabello más apropiado para mantenerlos era el pelo rizado de los africanos. Como por ejemplo el de estas dos hermanas. Aquel día vi el rostro radiante de la pequeña, orgullosa de sus rizos negros. ¡Qué alegría me llevé!

 

H. Mª Ángeles Cubillo

 

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