Jubileo de la Vida Consagrada

Jubileo de la Vida Consagrada

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Pureza de María en el Jubileo de la Vida Consagrada

El Consejo General de la Congregación y varias hermanas de la comunidad de Roma participaron en el Jubileo de la Vida Consagrada. El encuentro se celebró del 8 al 12 de octubre de 2025 en Roma.

Más de 16.000 consagrados respondieron a la llamada de la Iglesia: religiosos, monjes, contemplativos, eremitas, miembros de sociedades de vida apostólica, institutos seculares, del Ordo virginum y nuevas formas de vida consagrada.
Como recordó el Papa León XIV, todos ellos representaban a los consagrados y consagradas del mundo entero. Muchos no pudieron asistir, pero se unieron a través de la oración y los medios de comunicación.

Itinerario del Jubileo

El miércoles 8 de octubre comenzó con una peregrinación por la vía de la Conciliación. En grupos de 300 personas, caminaron lentamente con la cruz y la oración hasta atravesar la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro.
Al caer la tarde, participaron en una vigilia presidida por el Cardenal Fernández Artime, Pro-Prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica.

El jueves 9 madrugaron para asistir a la Eucaristía presidida por el Papa León XIV en la Plaza de San Pedro. Por la tarde, participaron en encuentros de reflexión organizados según cada forma de vida consagrada. Los institutos religiosos se reunieron en el Aula Pablo VI.

El viernes 10 la reflexión se centró en la esperanza. Por la tarde hubo una “conversación espiritual” y, por la noche, momentos de oración abiertos a toda la ciudad.

El sábado 11, los participantes reflexionaron sobre la paz en el Aula Pablo VI. Después del almuerzo, asistieron a talleres sobre mediación y gestión de conflictos, y escucharon un saludo del Papa.

El Jubileo concluyó con una oración en la Basílica de San Pablo Extramuros y el paso por la Puerta Santa. Casi al mismo tiempo, el Papa presidió una vigilia por la paz en el inicio del Jubileo de la Espiritualidad Mariana. Muchos religiosos se unieron también a esa vigilia de oración y al rosario.

Fueron días de profunda gratitud. Tiempo para agradecer la acción del Espíritu, que suscita tantos carismas en la Iglesia; para dar gracias por cada fundador, por las vocaciones que han respondido a la llamada de Dios, y por quienes acompañan y animan la vida consagrada hoy.

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