Estamos de fiesta en la Iglesia

Estamos de fiesta en la Iglesia

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El día 27 de abril su Santidad, el Papa Francisco, canonizó a dos grandes santos del siglo XX. San Juan Pablo II, el Papa viajero y San Juan XXIII, el Papa de La Paz. Papas que han dado a conocer una cara de la Iglesia enérgica y entrañable, carismática y bondadosa.
¡¡Gracias por tanto bien recibido!!

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Os dejo con un testimonio precioso sobre la experiencia de Roma

Quería compartiros el buen recuerdo que voy a guardar de la canonización del domingo pasado. Ciertamente, el peso de una celebración que ponga de relieve a 4 basta y sobra para hacer historia y meditar en el corazón.

Pero es que a mí, además, verdaderamente me ‘dejó huella’ una pequeña comunidad en Roma, con hermanas de tres continentes, que acoge…

Acoge a un grupo numeroso de Valencia con un delegado diocesano de pastoral, con un montón de jóvenes llenos de vida, ganas de misión, atraídos también por la canonización, con otras dos hermanas (Cristina y María), a la sazón como una medida de levadura en medio de la pasta…¡Menuda paliza!: ida y vuelta en BUS, con mendicidad por medio, canto, fiesta, adoración, vigilia para la solemne liturgia… ¡olé, hermanas!

Acoge a otras hermanas, que llegan desde Barcelona, acompañando a un precioso grupo de jóvenes universitarios –los cuales, a su vez, acogen a otra joven, cuya historia también llega ¡dejando huella! desde Panamá. ¡Qué buen ánimo tienen estos chicos! No se dejan apocar por una larga espera que no les ha dejado avanzar más que hasta media Via della Conciliazione desde el Castel Sant’Angelo. Se prometen estar en primera fila cuando llegue la canonización de M. Alberta. Me parece que yo también tendré que asistir para cerciorarme de que cumplen su palabra 😉

Acoge aún, a otras dos hermanas, llegadas también desde Barcelona que, ¡mira por dónde!, han volado, sin haberlo sabido antes, con otro huésped de la casa, aterrizado en esa atmósfera de alegría pascual, eclesial, mariana… Qué fraternidad tan bonita: en medio de los sismos de Nicaragua, una hermana puede ofrecer hospitalidad a ese peregrino ¡a costa de las que están en Italia!

¡Qué vida tan llena! A todo esto, la vida de la comunidad continúa: las horas de rezo cotidiano –por cierto con cantos a dos voces e incluso con percusión y ritmos africanos-, con el estudio universitario, con las catequesis en la parroquia de Roberto Belarmino, con las chicas italianas que tienen acogidas en la residencia estudiantil, con las obras en la casa… Qué gozada oír a las hermanas decir que disfrutan atendiendo a las estudiantes, y casi mejor, oír a las ‘estudiantes’ confesar alegremente lo a gusto que se sienten con las hermanas.

Gracias, de corazón, hermanas por tan bello testimonio. Vale más que mil palabras.
Rezo para que el Señor haga traer rico fruto a la misión que os ha confiado.

Dios os bendiga, la Virgen os guarde en su Pureza.

En Cristo, vuestro hermano.
Fernando Luque


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